Los recién venidos utilizarán el llanto como medio de expresión, de a poco la sociedad se encargará de transformarlo hasta silenciar cualquier tipo de locución, gestó o manifestación que se les ocurra.
Nos llevará prácticamente los dos primeros meses de nuestra vida reconocer a nuestra madre. Agotaremos toda la vida en olvidarla.
Al tercer mes de vida, experimentamos la sonrisa social. A muchos les dura por siempre, aunque reconozco que hay quienes no saben donde la perdieron.
Desde el cuarto mes nos disponemos a reconocer nuestro propio cuerpo y al mundo a su alrededor; pasará el tiempo y no nos daremos por vencidos hasta tanto no descubramos que hacemos en él.
Luego de los gritos llegan las vocalizaciones, luego las sílabas y los fonemas de la lengua materna, hasta llegar a las primeras palabras y frases.
Recorreremos gran parte de nuestra vida incorporando nuevos modismos y expresiones pero nunca olvidaremos que el grito fue la primera exclamación para hacernos sentir.
Por mucho que uno quiera acelerar el proceso nos costará casi veinticuatro meses comenzar a desarrollar el pensamiento mágico.
Azar, trucos, emociones, supersticiones carecerán de argumentaciones lógicas. Nos acompañarán por el resto de nuestra vida, a pesar que algunos otros nos traten de insanos, será el refugio más oportuno y ocurrente.
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